martes, 16 de abril de 2013

¡EL FIN DE CURSO YA ESTÁ AHÍ!

http://blogs.elpais.com/ayuda-al-estudiante/2013/04/el-fin-de-curso-ya-esta-ahi.html




      ¡Ya tenemos aquí el último trimestre! Aprovechemos para hacer en casa un pequeño test. Probad a soltarle a vuestros hijos el título de este post, con la sibilina idea de suscitar luego una conversación interesante. Del universo de previsibles respuestas, podríamos seleccionar las siguientes en versión bilingüe (lenguaje juvenil / lenguaje adulto).


     Respuesta A. “¡Bah, todavía queda mogollón (o mazo, según la variante dialectal)!” Traducción: “No pienso hacer ningún esfuerzo. Como muchísimo, el día anterior a cada examen”.


     Respuesta B. “Ya, mamá. Voy a esforzarme: ya sé que tengo que cambiar y aún estoy a tiempo”. Traducción: “Soy consciente de que debería hacer un gran esfuerzo, pero no lo haré ni muerto. Así que lo dejaré todo para el último minuto, y a ver si tengo suerte. O ya me las apañaré para ir copiando”.


     Respuesta C. “Tranquilo, papá. Todo bajo control”. Traducción: “Tranquilo, papá. Voy bien y no te defraudaré”.


     Respuesta D. “Sí, ya se acerca el final. Uf, qué ganas tengo de que llegue el verano. Me lo he ganado...”. Traducción: “Cumpliré mis objetivos con total responsabilidad y daré lo mejor de mí mismo. No me defraudaré a mí mismo”.


     ¿Cuál os ha tocado en suerte? ¿La tercera o la cuarta? Bueno… respirad y disfrutad serenamente. La nave va.


     ¿O han sido las dos primeras? Pues os toca seguir crecientemente preocupados. ¿Dónde está el busilis de estas dos primeras respuestas, tan insatisfactorias y tan engañabobos? Nos centraremos en ellas, para decir que, desde el punto de vista operativo, el misterio se esconde en una palabra. Una sola palabra con muchas consecuencias. 


     La palabra es cambio. Se atribuye a Einstein la idea, algo más elemental que la Relatividad, de que es estúpido esperar distintos resultados si seguimos haciendo lo mismo. Quizá lo que de verdad expresara es que, para resolver un problema, no nos conviene utilizar el mismo tipo de pensamiento que lo provocó. En cualquier caso, el fondo es similar. Pues bien, algo tan obvio a poco que uno se ponga las gafas de la lógica, a menudo parece invisible para la mente de nuestros hijos, especialmente cuando las cosas no van bien en los estudios.




      Como es natural, en esos casos lo habitual es una descomunal inercia o resistencia al cambio, y una perseverancia en los factores de fracaso que acaba siendo desesperante para padres y profesores. Y, por qué no, también muy frustrante para los chicos, aunque no se sientan capaces de cambiar.


     No descubriremos la dificultad de enderezar las cosas cuando llegamos tarde, mal y nunca. Pero no arrojemos la toalla. Como dicen los taurinos, hasta el rabo todo es toro, así que pongámonos a la faena.


     Habida cuenta de que ya estamos en el último trimestre, lo haré en forma de un decálogo de pautas cuyo destinatario final es el estudiante, aunque considero recomendable que sea compartido por padres y profesores. Y, en su caso, incluso amplia, serena y seriamente dialogado:


     1. Responde a tres preguntas. ¿Necesitas mejorar? ¿Quieres mejorar? ¿Estás dispuesto a esforzarte por mejorar? Para mejorar tienes que cambiar. No hay vuelta de hoja. Si no lo hacieras, tus resultados serían similares a los actuales. No puedes confiar en la suerte ni en un cambio milagroso. La suerte puede colarse algún día por una rendijita, pero no es capaz de soportar ninguna larga trayectoria.


     2. Si has decidido mejorar, ¿lo haces por ti? Porque debes tener claro que es por ti. Si lo haces porque te sientes presionado, o por tus padres, o por tus profesores, no funcionará como debería. Irías a medio gas y tendrías tentaciones abandonistas permanentes. Debes ser capaz de incorporar tu compromiso ante ti mismo.


     3. El cambio te costará lo tuyo y será difícil tener éxito si no tienes muy claro lo que quieres conseguir. Lucha por conseguir algo positivo, no pienses que es un sacrificio en el vacío. ¿Estás dispuesto a trabajar mucho más de lo que lo has hecho hasta ahora? A partir de ahora c rece la exigencia, se acercan peligrosamente los exámenes que parecían estar a distancia galáctica, se autorreplican como virus los hábitos inadecuados, los imprevistos surgen cuando menos se les espera (aunque esa sea su estricta su definición), el escritorio quema por acumulación y la silla parece eléctrica. Tus padres y tus profesores te pueden ayudar, pero no van a hacer las cosas por ti.


     4. Se acabó la vuelta de reconocimiento al circuito. En el tercer trimestre, la carrera está lanzada (en realidad, el final de curso se ve desde el primer día de clase, pero los jóvenes suelen carecer de esa profundidad de campo visual). Ahora, todo lo que hagas para cambiar tendrá que ser con el tren en marcha. Te has quedado sin margen para mirar el paisaje. Ahora se trata de acelerar sin piedad. 


     5. El lunes que viene no existe. Para los aficionados al género (es decir, la humanidad en su conjunto), es bueno recordar que “empiezo el lunes” significa “no pienso hacerlo por ahora”. Ni más ni menos. La palabra lunes solo aporta su ligero perfume anestesiante. Muchos jóvenes se comprometen a trabajar a el lunes que viene “a tutti”, “a full”, “a tope”, “ a todo gas”, “a muerte”, “pase lo que pase”, pero todo eso solo son solemnes compromisos llenos de aire.


     6. Erradica de tu mente los pensamientos del tipo “tendría que hacer…” o “a ver si me pongo a…”. Debes entrar en una nueva etapa de “dicho y hecho”. No pienses en hacer las cosas, ponte a hacerlas. ¿Has oído lo que suele decir el jefe en las películas policiacas norteamericanas? Now! Pues eso mismo. Todo es ¡ahora! No lo lograrás siempre, pero sería fantástico que te acercaras a ello.


     7. Concéntrate en clase como si te fuera la vida. Es un esfuerzo muy rentable. Ese es tu principal escenario como estudiante. Si trabajas en clase, estudiar en casa te costará mucho menos y lo harás mucho mejor. Y suscitarás una nueva imagen en el profesor, aunque sea con algo de retraso.


     8. Hazte hoy mismo un horario de trabajo en casa. Por escrito. Y empieza a cumplirlo. Si descubres que no es el más adecuado, cámbialo. Pero para llegar al mismo punto: para cumplirlo. No es para mañana, y mucho menos para el lunes que viene. Es para hoy. En realidad, era para ayer, así que ponte hoy.


     9. Evita uno de los pensamiento más letales para los resultados académicos: “Todavía queda tiempo para que lleguen los exámenes”. Esa especie biológica no existe: no hay ningún examen suficientemente lejano. Todo es cuestión de ritmo, pero aborda su preparación ya. Dale la vuelta a ese pensamiento y conviértelo en este otro: voy a prepararme paso a paso desde hoy. No esperes la llegada de un gran periodo de tiempo galáctico para estudiar, porque ese mitolótico megatiempo disponible nunca llega. Estudiar poco a poco. Las horas futuras no son una entelequia, sino que se alimentan de los minutos de ahora.


     10. La décima pauta es de medio y largo plazo. Aprende de la experiencia y trata de evitar que tus futuros cursos tengan un comienzo a cámara lenta. Arranca siempre a tope y verás como los resultados empiezan a llegar más pronto que tarde. 


     Os deseo que tengáis una intensa conversación con vuestros hijos o alumnos. Fácil no será, pero sí necesaria, si queremos que, aquellos de nuestros hijos que necesitan mejorar entiendan una cosa bien sencilla. El fin de curso ya está ahí.


     Y ya no están a tiempo de pensárselo más tiempo.

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