Hablamos del cada vez más enrevesado caso Nóos, de Urdangarín y de los
centenares de correos electrónicos que ha aportado ante el juez su ex
socio, Diego Torres. ¿Qué valor tienen realmente estos correos? ¿Cómo
deberían aportarse en un juicio para ser admitidos como prueba? ¿Se
puede saber si son auténticos? Se trata de cuestiones que conviene
aclarar, ya que muchos de nosotros podemos tener estas dudas ante la
necesidad de hacer valer el contenido de un correo electrónico en un
hipotético juicio. Si, por ejemplo, nos limitamos a imprimir varios
e-mails desde nuestro ordenador y aportamos las copias impresas como
prueba, el juez los tendrá en cuenta como prueba documental,
valorándolos libremente de acuerdo con la convicción que el propio juez
se haya formado acerca de su valor y apreciándolos de manera conjunta
con el resto de las pruebas.
Los mensajes de correo pueden ser manipulados.
Casi con total seguridad, la parte contraria se opondrá, manifestando
que esos correos electrónicos son inventados o están manipulados. Por
este motivo, es más que recomendable que el e-mail que se aporte vaya
respaldado por un soporte electrónico, así como por un informe pericial
realizado por un experto informático. El correo electrónico se basa en
el estándar RFC822 y toda la información relativa a la fecha, hora,
remitente, destinatario, ruta seguida por el correo en la transmisión,
así como su contenido, se encuentra contenida en la cabecera del correo.
Su certificación por un perito informático servirá para determinar si
hay coherencia o no en la información y descartar la manipulación.
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