A mediados del siglo XVI no existían Facebook, Twiter,
WhatsApp o Tuenti, los modernos herederos de la televisión en la categoría de
ladrones de tiempo, pero ya había quien denunciaba los problemas derivados de
querer estar a la vez en todas partes, la mejor manera de no estar de forma
provechosa en ninguna. Nada menos que el filósofo Blaise Pascal decía: “La
desgracia del hombre proviene de una sola cosa, y es el no saber permanecer en
reposo en una habitación...”.
Pascal murió a los 39 años, pero seguro que le hubiera dado
un patatús aún más prematuro si hubiera tenido ocasión de ver a los jóvenes del
siglo XXI en sus habituales sesiones de multitarea. Es decir, haciendo
simultáneamente cosas como ver la tele, repasar un examen, atender al mail,
mantener una charla por WhatsApp, oír música con un solo auricular, tener el
ordenador portátil sobre sus piernas vomitando fuego, tomarse un vaso de zumo y
un par de galletas (sembrando de miguitas el sofá) y consultar en la web qué ponen en la mismísima tele que
está viendo, todo ello mientras se van poniendo poco a poco el pijama.
Así
que aquel deseo de Pascal de permanecer en reposo en una
habitación, se supone que concentrado en sus pensamientos o simplemente
relajado, es hoy casi una especie de locura o alucinación. Con la
salvedad de esos seres excepcionales que practican yoga o meditación
trascendental. Pero creo que no vendría
mal recuperar la certeza de que la multitarea es una trampa paquidérmica. ¿Por qué?
Para empezar, porque está demostrado científicamente que se produce un considerable bajón en la atención y el rendimiento intelectual de los jóvenes (y no tan jóvenes) en situación de multitarea respecto a aquellos que se concentran en una tarea y solo después se ocupan de otra.
Imagino que más
de uno tendrá la tentación de objetar: “No, qué va… Eso les pasará a algunos,
pero a mí desde luego que no. Yo puedo hacerlo todo bien en esas condiciones.
Y, además, me gusta. Tengo la sensación de aprovechar bien el tiempo”. Si eso
fuera así realmente, mi más sincera enhorabuena, porque debe de ser de los
poquísimos del planeta Tierra. Pero lo normal es que se esté sobrevalorando.
Dejaré que lo demuestren los científicos de la Universidad
de Stanford (Estados Unidos). En el estudio que
se puede consultar aquí, realizado hace más de tres años,
demostraron cómo se altera el control cognitivo y, en consecuencia, se
deteriora el rendimiento en situación de multitarea. Uno de los investigadores
de Stanford, el profesor Cliford Nass, llega a hablar de los jóvenes multitarea
como “los retoños de la irrelevancia” porque “todo les distrae”. Otro
investigador, Eyal Ophir, añade: “Seguimos buscando en qué son mejores [los
jóvenes multitarea] y no lo hemos encontrado”. Según mi experiencia, ya pueden seguir buscando, que no lo encontrarán.
Una de mis frases preferidas para el día a día es esta: “Todo a la vez es
nada por el momento”. En primer lugar, hacerlo todo a la vez es desatender un
mínimo criterio de prioridades racionales, y eso no es bueno, sino todo lo
contrario (más adelante hablaremos aquí de una propuesta de modelo de prioridades para los estudiantes).
En segundo lugar, porque los humanos no somos exactamente
computadoras infalibles. La calidad de nuestro trabajo no es independiente de nuestro nivel de concentración. Más bien lo contrario. Es posible estar concentrado en algo,
generalmente no muy amplio, pero no lo es estar concentrado en todo lo que pasa
alrededor (solo el gran Jason Bourne, el especialista multitarea por excelencia, y algún que otro espía lo consiguen).
La concentración en la tarea permite mejorar
considerablemente varias facetas importantes del funcionamiento mental:
- la velocidad de procesamiento.
- la agudeza perceptiva y de razonamiento.
- la profundidad mental.
- la capacidad de asociación de ideas.
- la sensibilidad frente a los propios errores.
En fin… ¿cómo lo diría? La diferencia entre hacer algo de
forma concentrada o de forma dispersa es tan grande que la consecuencia suele
ser hacerlo bien o hacerlo mal. Por no hablar de la relajación… ¿Cómo es
posible relajarse con tres pantallas delante de los ojos, una docena de
mensajes por minuto y ocho o nueve cosas por hacer casi simultáneamente?
Algunos creen incluso que la multitarea es síntoma de
inteligencia. Ignoro en qué se basan, más allá del caso Bourne. Pero creo que,
si uno se para un momento a pensarlo y se olvida de sus costrumbres, podría ver con objetividad que la multitarea es una amenaza
permanente contra la calidad del trabajo, con todas sus consecuencias en los
resultados académicos, y, en la misma medida, contra la calidad del descanso,
con todas sus consecuencias en el nivel de estrés y en la salud.
Demos un paso adelante: para cambiar un hábito dañino es esencial identificar el
peligro. Pues bien, ¿dónde está el principal peligro de la multitarea? Nadie lo
duda, ¿verdad? En la pantalla. En cualquiera de sus modalidades, con la
excepción evidente de que se esté trabajando con el ordenador. ¿Alguien puede decírselo a nuestros jóvenes?
No le harán
caso, pero estarán avisados. O, al menos, les distraeremos durante cinco segundos de su multitarea. Algo es algo.
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