jueves, 14 de marzo de 2013

LA TRAMPA DE LA MULTITAREA

http://blogs.elpais.com/ayuda-al-estudiante/2013/02/la-trampa-de-la-multitarea.html

     A mediados del siglo XVI no existían Facebook, Twiter, WhatsApp o Tuenti, los modernos herederos de la televisión en la categoría de ladrones de tiempo, pero ya había quien denunciaba los problemas derivados de querer estar a la vez en todas partes, la mejor manera de no estar de forma provechosa en ninguna. Nada menos que el filósofo Blaise Pascal decía: “La desgracia del hombre proviene de una sola cosa, y es el no saber permanecer en reposo en una habitación...”.

     Pascal murió a los 39 años, pero seguro que le hubiera dado un patatús aún más prematuro si hubiera tenido ocasión de ver a los jóvenes del siglo XXI en sus habituales sesiones de multitarea. Es decir, haciendo simultáneamente cosas como ver la tele, repasar un examen, atender al mail, mantener una charla por WhatsApp, oír música con un solo auricular, tener el ordenador portátil sobre sus piernas vomitando fuego, tomarse un vaso de zumo y un par de galletas (sembrando de miguitas el sofá) y consultar en la web qué ponen en la mismísima tele que está viendo, todo ello mientras se van poniendo poco a poco el pijama.

     Así que aquel deseo de Pascal de permanecer en reposo en una habitación, se supone que concentrado en sus pensamientos o simplemente relajado, es hoy casi una especie de locura o alucinación. Con la salvedad de esos seres excepcionales que practican yoga o meditación trascendental. Pero creo que no vendría mal recuperar la certeza de que la multitarea es una trampa paquidérmica. ¿Por qué? 

     Para empezar, porque está demostrado científicamente que se produce un considerable bajón en la atención y el rendimiento intelectual de los jóvenes (y no tan jóvenes) en situación de multitarea respecto a aquellos que se concentran en una tarea y solo después se ocupan de otra. 

     Imagino que más de uno tendrá la tentación de objetar: “No, qué va… Eso les pasará a algunos, pero a mí desde luego que no. Yo puedo hacerlo todo bien en esas condiciones. Y, además, me gusta. Tengo la sensación de aprovechar bien el tiempo”. Si eso fuera así realmente, mi más sincera enhorabuena, porque debe de ser de los poquísimos del planeta Tierra. Pero lo normal es que se esté sobrevalorando.

     Dejaré que lo demuestren los científicos de la Universidad de Stanford (Estados Unidos). En el estudio que se puede consultar aquí, realizado hace más de tres años, demostraron cómo se altera el control cognitivo y, en consecuencia, se deteriora el rendimiento en situación de multitarea. Uno de los investigadores de Stanford, el profesor Cliford Nass, llega a hablar de los jóvenes multitarea como “los retoños de la irrelevancia” porque “todo les distrae”. Otro investigador, Eyal Ophir, añade: “Seguimos buscando en qué son mejores [los jóvenes multitarea] y no lo hemos encontrado”. Según mi experiencia, ya pueden seguir buscando, que no lo encontrarán.

     Una de mis frases preferidas para el día a día es esta: “Todo a la vez es nada por el momento”. En primer lugar, hacerlo todo a la vez es desatender un mínimo criterio de prioridades racionales, y eso no es bueno, sino todo lo contrario (más adelante hablaremos aquí de una propuesta de modelo de prioridades para los estudiantes).
     En segundo lugar, porque los humanos no somos exactamente computadoras infalibles. La calidad de nuestro trabajo no es independiente de nuestro nivel de concentración. Más bien lo contrario. Es posible estar concentrado en algo, generalmente no muy amplio, pero no lo es estar concentrado en todo lo que pasa alrededor (solo el gran Jason Bourne, el especialista multitarea por excelencia, y algún que otro espía lo consiguen).
 
     La concentración en la tarea permite mejorar considerablemente varias facetas importantes del funcionamiento mental:
  1. la velocidad de procesamiento.
  2. la agudeza perceptiva y de razonamiento.
  3. la profundidad mental.
  4. la capacidad de asociación de ideas.
  5. la sensibilidad frente a los propios errores.
     En fin… ¿cómo lo diría? La diferencia entre hacer algo de forma concentrada o de forma dispersa es tan grande que la consecuencia suele ser hacerlo bien o hacerlo mal. Por no hablar de la relajación… ¿Cómo es posible relajarse con tres pantallas delante de los ojos, una docena de mensajes por minuto y ocho o nueve cosas por hacer casi simultáneamente?

     Algunos creen incluso que la multitarea es síntoma de inteligencia. Ignoro en qué se basan, más allá del caso Bourne. Pero creo que, si uno se para un momento a pensarlo y se olvida de sus costrumbres, podría ver con objetividad que la multitarea es una amenaza permanente contra la calidad del trabajo, con todas sus consecuencias en los resultados académicos, y, en la misma medida, contra la calidad del descanso, con todas sus consecuencias en el nivel de estrés y en la salud.

     Demos un paso adelante: para cambiar un hábito dañino es esencial identificar el peligro. Pues bien, ¿dónde está el principal peligro de la multitarea? Nadie lo duda, ¿verdad? En la pantalla. En cualquiera de sus modalidades, con la excepción evidente de que se esté trabajando con el ordenador. ¿Alguien puede decírselo a nuestros jóvenes?
 
     No le harán caso, pero estarán avisados. O, al menos, les distraeremos durante cinco segundos de su multitarea. Algo es algo.


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